Esta frase me la dicen constantemente en la consulta. ¿Por qué pasa esto? Pues porque estamos acostumbrados a estar en lucha constante en nuestro día a día y, cuando nos sentamos a meditar, luchamos para no pensar, para permanecer inmóvil, para no rascarse, para no distraerse con un sonido … lucha y más lucha.
El momento que le dedicamos a la meditación no es lucha, es aceptación. Mucha gente piensa que meditar es dejar la mente en blanco, pero no es exactamente eso. Con suerte, después de muchas horas de práctica, la mente entra en un espacio de calma en el que los pensamientos no van tan acelerados.
Hay una frase que dice “No puedes detener las olas del mar, pero puedes aprender a surfear”. Meditar va de eso, no se trata de parar de pensar, sino de aprender a relacionarse con los pensamientos para observar cómo llegan y dejar que se vayan sin aferrarse a ellos.
Instalarse en la quietud del cuerpo, llevando la atención a la respiración sin esperar nada, es la manera de empezar. Sin expectativas, sólo atendiendo a la respiración y volviendo a ella tantas veces como la mente se distraiga.
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