Muy poco de lo que consideramos experiencia es algo que realmente haya sucedido (hechos), la mayoría tiene que ver con la forma en que hemos dado sentido a lo que ha pasado (interpretación).
Lo que llamamos experiencia es la suma de lo que nos sucede más la interpretación que hacemos. Si esta interpretación se basa en prejuicios, miedos, creencias limitantes, etc., en lugar de una experiencia tenemos un problema.
Muchas veces, cuando interpretamos de forma equivocada algo que nos sucede, entramos en una corriente interminable de pensamientos que provocan y fortalecen estados mentales negativos.
Este tipo de problemas provocados por malas interpretaciones no tienen solución, por más vueltas que demos en nuestra cabeza, no cambia nada. La solución pasa por salir de la rueda de pensamientos, tomar distancia y, si se puede, aclarar el malentendido.
Cuando estamos en bucle, las preguntas que ayudan a salir de él, son: ¿brindar mi atención a estos pensamientos me hace sentir mejor o peor? ¿a dónde me lleva pensar de esta manera? ¿cuánto tiempo más quiero seguir en este estado?
La práctica de la atención plena nos ayuda a darnos cuenta cuándo estamos en bucle y nos aporta herramientas para salir de él. Nos ayuda a ser más flexibles, a parar la reactividad, a soltar y nos enseña el camino para situarnos en el momento presente.
En lugar de prestar atención a este diálogo interno agotador, podemos dirigir la atención a las sensaciones corporales, a la tensión muscular, a los latidos del corazón, etc. y podemos tomar consciencia de cómo es nuestra respiración e intervenir en ella para hacerla más amplia y ayudarnos de la exhalación para relajar tensiones.
¡Realmente, funciona! Después de unos instantes dirigiendo la atención a la respiración veremos cómo aparecen estados mentales más positivos.
No me creas, pruébalo. La próxima vez que te veas envuelto en una niebla de pensamientos lleva la atención a tu cuerpo y utiliza la respiración.
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