Existen muchas situaciones que escapan a nuestro control, lo único que podemos “controlar” es la actitud que tomemos frente a ellas. En realidad, a menudo, no importa lo que nos pasa sino cómo nos lo tomamos.
Por eso es importante darnos cuenta de que hay que intervenir en nuestro estado emocional, regulando nuestras emociones para no terminar rendido ante ellas. Tomar conciencia que nuestro rango de acción se limita a nosotros, puede ayudarnos a manejar situaciones susceptibles de crear en nosotros sensaciones desagradables.
Si eres juzgado
No puedes controlar los juicios y críticas de los demás porque ellos tienen derecho a pensar lo que les plazca. Sin embargo, si que puedes controlar el valor que otorgues a esos juicios y la importancia que les des.
Si cometes un error
No puedes controlar el resultado de tus acciones, algunas veces puedes cometer errores. Sí que puedes aprender de ellos, pero aun así, seguirás cometiéndolos porque no eres infalible.
Si los demás no actúan como quieres
Las reacciones de los demás escapan de nuestro control. Exigir a alguien que sea de una forma diferente a la que es, es injusto e ineficaz. Con este comportamiento sólo conseguirás frustrarte y empeorar calidad de la relación que mantienes con esas personas.
Si experimentas alguna adversidad
Vivir trae aparejadas numerosas adversidades. A lo largo de nuestra vida vamos a vivir muchos infortunios, unos más importantes que otros, tenemos que aceptar que es imposible de controlar. Sólo somos responsables de la manera en que estas adversidades nos afectan. Por lo tanto, cuando te encuentres ante un hecho que sabes que es incontrolable no de tejes llevar por la emoción negativa o el miedo y no hagas una montaña de un grano de arena.
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